lunes, 10 de diciembre de 2012

La peor jugada del Cono Carrizo

El Cono Carrrizo jugó casi toda su vida para el mismo club. La gente, los jugadores, los distintos directores técnicos, todo el mundo lo amaba, fue el emblema del club durante toda su carrera. Pero para Cono Carrizo los años pasaban y, aunque siguió siendo un estratega implacable en la cancha y un experto para definir tiros al arco, las rodillas y los músculos dejaron de ser sus mejores aliados y su mente empezaba a estar más en la estancia de Córdoba que en los entrenamientos.
Por eso un día anunció que, en el próximo partido que metiera un gol, se retiraba del fútbol. Para siempre. El director técnico lo miró seriamente y asintió. Y el Cono Carrizo no volvió a jugar nunca más un partido: se pasó los demás años de su vida, hasta que la vejez lo postró, sentado en el banco de suplentes, esperando que lo pusieran unos minutos a jugar y poder ganarse la chance de retirarse con un gol, cumplir su palabra e irse contento del club de su vida.
En su lápida pusieron su nombre, su apodo entre comillas, dibujaron bien grande el escudo del club y abajo, chiquitito, un epitafio anónimo: "la mejor jugada es silenciosa y sorpresiva".

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