lunes, 17 de diciembre de 2012

Mi tercer estante está vacío

Cuando empecé a vivir en este dormitorio me armé seis estantes, uno arriba del otro. Recuerdo haber puesto mis libros en el inferior, las películas en vhs en el segundo, haber reservado el tercero para las carpetas y fotocopias del colegio, unas pocas cosas para dibujar en el cuarto, y los dos estantes superiores quedaron vacíos.
Con el tiempo metí los vhs en cajas que fueron a parar al cuarto estante, los libros aumentaron hasta ocupar los dos inferiores, las cosas de dibujo se metieron también en cajas, heredé una colección de dvds que ocupó el quinto, las cosas del colegio se fueron y aparecieron las de la facultad, en el sexto puse las cosas del skate que nunca más iba a usar, aparecieron y desaparecieron lapiceros, muñecos, aerosoles, alcancías, tarros para el cambio, un peluche viejo.
Hoy limpié el tercer estante. No más colegio, no más facultad. Eso terminó. Me quedó en el medio un estante vacío, medio gritando y medio enmudeciendo. Aturdido, le metí un pequeño tótem en el centro. No me di cuenta que el tótem suspiraba boquiabierto, como si no pudiera creer lo que ve (¿la divinidad?) o como si le hubieran golpeado el hígado y apenas pudiera enderezarse.

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