viernes, 5 de agosto de 2011

Mi galpón

Me quedé dormido frente a la computadora y soñé con mi muerte. De repente estaba acostado, tarareando una melodía que se me había pegado veinte años atrás, cuando me di cuenta que mis pupilas se abrían y fui consciente hasta del aire que exhalaba al tararear la última canción de mi vida. Entonces, muerto, llegué a una habitación enorme, una especie de galpón inmenso usado de basural. Un basural me pareció al principio, pero entonces pude reconocer un muñeco de dinosaurio con la pata masticada, un par de zapatillas sucias, una pila de dibujos viejos en el porche de la primera casa en que viví. El poste de luz que grafitié, las piedras con las que hice sapitos en el sur, las sillas en las que me senté, sábanas que sudé (y también los ventiladores que rompí), las computadoras, los celulares en el cajón de uno de mis pupitres del colegio, un sonajero que nunca había recordado hasta entonces, una montaña de ropa húmeda, lapiceras, lápices, cartas de amor, boletos de colectivo, envoltorios de bonobones, y el resto. Ahí estaba todo, todo lo material que se envolvió en mi vida, y esa canción que me puse a tararear antes de despertar, esa canción con la cual puedo despegar de este mundo y atravesar lo que sea.

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