martes, 23 de agosto de 2011

Conserje mental

Empezá barriendo la entrada, que las ideas siempre llegan apuradas y nunca se limpian en el felpudo, y van dejando sus huellas por todos lados. Después limpiá las ventanas del cuarto de la poesía y sacá brillo a la baranda de la escalera novelista, que el jefe se enoja si ve eso sucio cuando llega. Si en el comedor o en la recepción encontrás trastos sueltos seguro que son de algún cuento inconcluso, déjalos todos en la caja de ideas perdidas y tramos desechados. Cuando limpies el comedor tal vez necesites ayuda, el suelo está lleno de manchas resecas de creatividad y cuesta un huevo sacarlas. Después del almuerzo hay que limpiar las cocinas; eso te va a llevar toda la tarde: ¡ni te imaginás lo que le cuesta a la cocinera alimentar a tantas vueltas de tuerca sin sentido, intrigas irresolutas e indicios sin indicio! Si te queda tiempo hay que sacar el hollín de la sala de debates de alternativas posibles. Pero lo que sí o sí hay que hacer todos los días es acomodar los papeles que quedan en los mostradores (no te asustes, nada burocrático, se apilan y se guardan en la vieja chimenea que se rompió) y por último, antes de apagar las luces, asegurarse de que esté bien aceitada la puerta de entrada y de que la linterna del sereno tenga pilas. Nunca se sabe cuándo vamos a tener un visitante nocturno.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...