(la más hermosa de las lunas)
porque sigue al más brillante
como Ícaro en su locura.
Sin importarle ser opacada
y sin miedo a quemarse,
se reconoce más delgada
y vuela ya sin lastre.
Pero va perdiendo brillo,
va perdiendo contraste,
tan poco tiene de lo suyo
que a la noche la deja antes.
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