sábado, 11 de diciembre de 2010

Invaluabilitis

Hoy, mientras pensaba en las diferencias entre un cofre de pirata lleno de doblones y un arconcito repleto de recuerdos, vi en el pasillo del subte al pibe rotoso, sucio, descalzo que siempre toca la guitarra y la armónica (bien, debo confesar), acompañado de otro tipo: alto, limpio, bien peinado, de camisa impecable, pantalón de vestir y zapatos lustrados. Este último tenía la guitarra del primero, y lo miraba prestando mucha atención a las indicaciones que le daba sobre cómo poner los dedos de la guitarra, mientras le daba vueltas a su armónica. Entonces el oficinista empezó a tocar una base rocanrolera y los pies descalzos del rotoso golpearon el piso siguiendo el ritmo con pasión. Se llevó la armónica a los labios, inspiró flemático y sopló, haciendo vibrar todo el pasillo subterráneo con su música de pulmón. Y el tipo pulcro y el tipo sucio desviaron todas las miradas de quienes pasábamos alrededor. Qué carajo sé de recuerdos y tesoros, concluí al fin, si este recuerdo no lo pagan las monedas que les dejé.

2 comentarios:

  1. hola! me había olvidado ya de eso que dijiste, que te escribí. no me acuerdo en qué post fue, pero estoy volviendo a estos pagos y me gustó. está bueno redescubrir cosas olvidadas, muchas veces impactan más que el primer descubrimiento. además te gustan los libros del padre catellani, qué groso!

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