-Está muriendo -dijo el ingeniero Muriondo a la familia del nene que empapaba con su sangre la calle-. Yo lo llevo al hospital.
-Esperemos la ambulancia -dijo la familia, ignorante, incrédula, cerrada al sentido común del ingeniero.
Después de todo era un ingeniero, no un médico. Y después de todo la ambulancia vino, pero antes el nene había muerto.
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