viernes, 4 de febrero de 2011

Noche de agua

Querido diario.
Sé que nunca escribo nada en tus hojas. La verdad me parece una pelotudez. Pero ahora lo hago porque descubrí por qué es que cada vez duermo menos.
Ah, claro, eso no te lo conté: cada vez duermo menos. Sí, unas pocas horas por noche, interrumpidas, de mal sueño, me despierto tres horas temprano y me quedo dando vueltas. Esto pasa más o menos desde hace un mes... Ahora que lo pienso, podría haber aprovechado la vigilia para ponerte al tanto de las cosas, pero qué más da.
Ahora el tema es que descubrí por qué me que pasa eso. Y te lo voy a contar desde el principio: anoche llegué a casa y estaba extenuado, claro, había dormido dos horas la otra noche, y nada de siestita reparadora. Me moría de calor, así que me fui a la pileta. Para no pisar ninguna cucaracha prendí el reflector y caminé hasta el borde de la pileta. Me senté y metí los pies, y me empecé a refrescar hasta casi quedarme dormido. Después me deslicé por completo adentro del agua y me hundí, al fondo. En ese momento sentí tal cansancio y sueño como el que siento ahora, al recordarlo para contártelo. Me fui al fondo, soltando casi todo el aire, y miré para arriba.
La superficie del agua estaba inmóvil y plana como un plato de metal, y a través de ella pude ver la noche. Vi los bordes exteriores de la pileta, combados como en un ojo de pez, iluminados por el reflector; los helechos de alrededor, verdes, el tilo del fondo. Y el cielo. Se veía negro como no se ve en ninguna parte del mundo. Y las estrellas atravesaban el agua como lanzas de cristal y diamante. Me lo quedé mirando tanto tiempo que me dormí.
Y bueno, en ese momento entendí por qué es estuve perdiendo el sueño el último mes. Pero te lo cuento después. Si me vieras cómo bostezo mientras escribo...

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...