jueves, 20 de enero de 2011

Condición humana XXXXIII

Como en un campo de girasoles, todos miran al sol. Salvo uno, que a la vera del camino ve a los viajeros que pasan, zumbando, frente a él. Los sigue con su cuello lento, haciendo su mejor esfuerzo, como los demás lo hacen en el cielo. Él sólo tiene ojos (pétalos y semillas) para los que pasan a su lado sin notarlo, para los que están de paso, para los que, asombrados de tanto amarillo, sólo ven un campo de girasoles que enfocan al sol. Ningún viajero, salvo a veces, en ocasiones, una nena melancólica o un nene aburrido, un alma desvelada, pegada a la ventanilla trasera, llega a verlo: al girasol de peregrinos, amante de los que no comparten su destino. Extraña visión, y fugaz, de esas que duelen en el corazón sin llegar a saber si fue verdad.

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