miércoles, 6 de enero de 2021

Pesto

Compré una planta de albahaca por un euro con cincuenta. Quizás sea más de una planta, quizá sean diez plantitas dentro de la misma maceta. Al volver a casa la puse sobre una pila de manuales junto a la ventana: ahí va a recibir luz desde el alba hasta la mediatarde. El sol se pierde en la frondosidad en pequeña escala de su centenar de hojitas verdes y frescas, y y la plantita parece brillar desde adentro como el mismo sol de la Italia meridional. Ese mismo día me di cuenta la diferencia trascendente que aportaba la planta de albahaca al departamento, como un espejo festivo, una ensalada de verano, un aire de fin de invierno. Decidí llamarla Pesto y empecé a regarla todos los días. Así pesto creció como una fogata de salud, y a la semana le hice su primer regalo: compré una macetita de terracota por tres euros a un artesano y la trasplanté. Lo hice justo a tiempo, observé admirado, porque ya se asomaban, por distintos orificios en la base de la maceta plástica en que venía, varios mechones de raíces, blancos tentáculos de meduca curiosa. El cambio le sentó bien a Pesto: ahora tenía más espacio para expandirse y nueva tierra para incursionar. Y la vi inflamarse junto a la ventana, día a día, como un dragón que respira sus primeros alientos después de haber dormido cien años. Según Wikipedia Pesto medía dos veces y media la altura estándar de las albahacas. Una mañana me conecté tarde al trabajo porque la selva de albahaca bloqueaba todo el sol de la ventana. Y cuando necesité consultar el manual de Java sobre el que reposaba la maceta, no pude moverlo: las raíces habían horadado la terracota y el platito de cerámica y se aferraban como garras a la mitad de la biblioteca. Me acerqué con tijeras para liberar mis libros y, cuando me agaché para comenzar, sentí un suave golpe en la mano, preventivo. Me quedé contemplando la mata de albahaca. Algunas hojas eran más amplias que mi cara. Y supe que era hora de que Pesto honrara su nombre y terminara en un plato de fideos.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...