viernes, 8 de enero de 2021

El niño del río

Todos los ríos tienen su consciencia, desde los ríos primordiales de la civilización (Tigris y Éufrates, Nilo, Ganges, Amarillo, Indo, Mississippi, Rin, Danubio, etcétera) hasta los tímidos ríos de montaña. Todavía oímos historias de hadas en el agua, de la Dama del Río, de ninfas, de ogros acuáticos, pero nadie conoce el origen de estos seres y leyendas.

Yo estudié el fenómeno toda mi vida, nací junto a la naciente del río más ancho del mundo, donde el Paraná y el Uruguay se hacen un mar dulce, y viví décadas a orillas de ríos de la China, la India y Europa, cazando estas visiones. Nunca entendí de dónde venían estos seres eclécticos que protegían, embrujaban o lloraban bajo el agua, pero hoy lo sé: el que se ahoga en un río (sea persona o animal) deja salir su cuerpo a flote, eventualmente, pero sus almas se quedan en los causes eternamente. Las subidas, las sequías, los remolinos y las precipitaciones los van moldeando y mezclando, integrando, separando y unificando.

Lo sé porque esta mañana mi hijo, que hace un año cayó al agua del Po en mi descuido, reptó desde la orilla, la cabeza llena de fango, para morderme la mano, sonreírme y desaparecer otra vez, para siempre.

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