jueves, 19 de noviembre de 2020

Bochas versus saquitos

 Hay una diferencia fundamental entre tomar el té en saquitos y tomarlo a la antigua, en hebras metidas en una pelota de metal con agujeritos. El saquito, si lo ponés sobre el agua caliente, flota un rato y se hunde a poco, y si lo ponés en el fondo de la taza ye echás el agua desde arriba, por el contrario, se queda allá abajo, derrotado. La pelota de metal parece tener personalidad, parece estar viva: si la metés en una taza llena de agua va a girar, se va a conmocionar, va a empezar flotando y de repente se hunde. Si le echás agua desde arriba se a batir contra el chorro como una fiera acorralada antes de que sus diminutos orificios se inunden y sucumba bajo el peso del líquido. Un saquito de té lo sacás, lo escurrís y ya está, se termina el trámite. Pero una pelotita de metal va a hacer todo lo posible por retener el té que tiene dentro suyo. Indefectiblemente va a perderlo, y lo hace con un chorrito débil y gesto frustrado. Si en la taza de té ponés un chorro de leche fría, la esfera metálica va a sacudirse como loca, intentando succionar aquellas moléculas lipídicas que son su alimento favorito. Si añadís una cucharadita de azúcar va a hacer vibrar la taza en su arrebato de de adicta, el tintineo contra la loza o la cerámica puede postergar cualquier conversación hasta que el último grano se disuelva. Si alguna vez metés en el agua una cucharita de plata antes de haber retirado la bolita de metal, esta se va a encariñar tanto que más de una vez vi el eslabón más débil de la cadenita ceder al ímpetu y quebrarse; en ese momento parece que las bochitas de té en hebras fueron hechas para aparearse. Y si alguna vez, por casualidad (o por el placer cruel de experimentar) metés una segunda bochita de diferente té adentro de la misma taza, estate listo para perder la punta de un dedo o la nariz: ninguna bola de té soporta tan terrible ofensa, y las dos van a saltar fuera de la taza, abiertas como fauces de pirañas, para ajustan cuentas con el agresor.

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