martes, 17 de noviembre de 2020

Flores y nueces

 Agustina vino el otro día al cole con una florcita en el pelo. Yo me maravillé cuando, adelante de la curiosidad de todas las otras nenas del grado, dijo que tuviesen cuidado porque no era una hebillita de plástico sino una flor de verdad. ¡Una nena de primer grado con una florcita real! Y encima se sostuvo ahí en su lugar, a pesar de los juegos durante los recreos, hasta la salida del cole. Como su mamá todavía no llegaba y mi hermano otra vez estaba retrasado, me animé a confesarle mi admiración: muy hermosa y muy delicada, le dije. Ella sonrió con la boca bien abierta y vi que le faltaban los dos incisivos superiores, como a mí; se sacó la flor con sus deditos y me la regaló. Enseguida escuchó a su mamá y se fue corriendo.

Al día siguiente yo llevé una nuez al colegio para regalársela, pero ese día su mamá la estaba esperando y se fue sin esperar.

Recién un día después, durante el primer recreo, junté coraje y le regalé mi nuez, sonreí y le expliqué que mis dos paletas frontales se habían caído intentando romper esa cáscara de un mordisco. Pero ella me miró horrorizada, como si yo fuese una loca. ¿Para qué quiero que me regales esto? me preguntó. Se acercaron otras nenas y se alejó con ellas, mirándome raro, y vi cómo tiraba la nuez en un tacho de basura.

Ahí, creo, entendí casi todo.

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