miércoles, 6 de octubre de 2010

Condiciones humanas XXXXI

Dos ciegos, de la mano y cada uno con su bastón, buscaban la salida del subterráneo, con sonrisas limpias. Una plantita larguirucha crece, escondido a la vista de los transeúntes, frente a la P del cartel de Pasco, sobre Rivadavia. Un judío con quipá negro estaba sentado bajo una vidriera rosa de lencería, con dos teléfonos en una mano, la frente transpirada y una libretita garabateada y lápiz en la otra. Desde la vidriera, la foto de Prandi embarazada sonreía hacia la vereda. El carrito de garrapiñadas y maníes estaba rodeado de palomas. Algunas se le paraban sobre sus hombros y la cabeza. Un nene se reía y le pedía garrapiñadas a la mamá. Una moto enorme y negra como Tyson traspasó el tráfico como si fuera tul, y aunque ya no se la veía se la seguía oyendo a las dos cuadras. El sol caía y rebotaba en la fachada vidriada de un edificio, y volvía a rebotar en la den delfrente, y encandilaba incluso a los que caminaban por la vereda de la sombra. Un coreanito cruzaba Corrientes a la carrera empujando su carrito lleno, aparentemente, de cajas vacías. Tres viejas canosas, dentro de un antro oscuro y azul, parecían como deben parecerse los fantasmas.

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