domingo, 18 de julio de 2021

Fin de fiesta

La copa ascendía con pereza hacia mis labios. No por sed ni ganas de embriagarme, sino por la social necesidad de aparentar interés en el entorno. La música no estaba mal (una pareja casi adolescente la calificó de retro) aunque sí un poco fuerte, las luces todavía permitían navegar entre la gente sin accidentes (aunque sabía que en media hora empezaban los flashes y el vértigo fluorescente), el maquillaje ajeno continuaba donde lo habían aplicado (el mío era poquísimo), las camisas seguían impolutas y por dentro del cinto, las miradas no habían perdido foco ni disimulaban estupor. Un bar animado, terraza sobre el mar, nubes que se acercaban desde el horizonte para explotar al alba, coctails de precios excluyentes pero cerveza barata que atraía la camorra necesaria. La copa se frenó a centímetros de mi cara. Por qué fingir, me cuestioné otra vez. Hice un amague de tirar la copa al suelo (algún empleado atento llegaría con escoba en segundos), pero también el amague se detuvo. Cuál era la necesidad de demostrar despecho, reflexioné. Entonces empiné el último trago con apuro profesional, sin alzar el codo como hacen los borrachos, dejé la copa en la mesa más cercana y, del fondo de mi cartera, camino a la salida, apuré un paquete de cigarillos y otro de carilinas.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...