jueves, 15 de julio de 2021

A mitad de camino

En el pueblo nos siguen llamando exploradores aunque la última generación que realmente exploró fue la de mi tátara abuelo. Hace ya cien años que nuestro trabajo consiste en despejar los caminos que ellos abrieron, luchar contra el bosque y los ríos.
Siete senderos nacen en la plaza del pozo, y se abren desde el pueblo como una estrella. Cada camino lleva a un pueblo distinto, y los exploradores de cada uno se encargaban de mantener las buenas condiciones desde sus murallas hasta el punto medio: vía de comercio cuando alguna plaga o peste arruinaba los cultivos, y ruta de escape en caso de una invasión de Salvajes.
Desde el último avistamiento de Salvajes, todos en el pueblo tienen los ojos puestos en la ruta que estamos despejando ahora, porque seis de los siete caminos hoy son instransitables: el bosque ocupó su lugar del meridiano en adelante. Los demás pueblos sucumbieron o se olvidaron de nosotros.
Los caminos son largos y el bosque crece a velocidades inauditas, los ríos se desbordan periódicamente y voltean puentes y modifican los pasos. Toma un año entero al equipo de exploradores reacondicionar un camino y volver al pueblo: hasta que no alcanzamos el hito central de la vía no sabemos si los exploradores vecinos hicieron su trabajo en los últimos siete años.
Llegamos. El bosque se extiende por todos lados, abandonado. Nuestra única salida está bloqueada.
"Los dos más viejos", dije sin soltar las herramientas, "vuelvan a casa y cuenten lo que vieron. Nosotros vamos a seguir adelante. Vamos, exploradores."

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