martes, 18 de agosto de 2015

La excavadora

Hubo un momento en que trabajé en construcción. Me fascinaron las excavadoras mecánicas. Son enormes, son maleables, son poderosas. Un simple desliz y destruís todo. Por eso los que las manejan viven con cara de extrema concentración y atención, cejas levantadas, párpados sin descanso. Un día un canadiense me dejó manejar su excavadora y me dio como consejo no tenerle miedo. Como todo, me dijo, aprendés a los golpes, rompiendo cosas. Pero si no te animás a hacerlo, nunca vas a aprender. Y me quedé pensando, ahí en el asiento de la excavadora, con las manos sobre los controles (manos que si movía unos centímetros podían derribar paredes). Uno va manejando por su vida de la misma forma, cada movimiento que hacemos, cada decisión, tiene enormes consecuencias. Generalmente las evitamos y las ignoramos, cuando en realidad tenemos siempre una gran potencia y una gran capacidad destructora. ¿Por qué reprimirlas? Te pagan por hacer bien tu trabajo con una excavadora, pero nadie nos paga un sueldo por vivir.

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