viernes, 13 de enero de 2012

El romance de la sombra y el espejo

Somos dos como la sombra y el espejo; los infinitos amantes del vacío, de la ausencia. La sombra, que no es nada sino carencias, se enamoró del espejo del armario, que le mostró por primera vez la propia silueta, la propia nada, en su esplendor. El espejo tuvo simpatía por la pobrecita sombra: ahí hay algo más inmaterial que yo. Pero su angustia no se extinguió: la sombra conoce su imagen, yo no me conozco a yo. Ni en el día, ni en la noche, ni con lluvia, ni con otros espejos, el espejo sólo encuentra su reflejo. Y su simpatía se volvió un humor irónico, un amor amargo, y la sombra languideció, se replegó en sí misma, se hundió. Dos amantes desafortunados de antemano, dos ausencias irreconciliables. Así somos nosotros dos, somos un espejo y una sombra, somos un tiempo que nunca existió.

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