sábado, 12 de marzo de 2011

Gurdo

Uno puede vivir tratando de contener el aire. Conteniendo el espíritu, los olores y los condimentos dentro del propio cuerpo, haciendo lo posible por retenerlos más, un poco más, eternamente. Aguantar la respiración es nuestra mejor chance de detener el tiempo, o de intentar mantenerlo con nosotros todo lo largo posible. Inspirar profundo hasta sentir que se está por explotar, cerrar la nariz, la boca, incluso los ojos, contraerse al interior, hacer fuerza, contener el aire requiere más esfuerzo del que se piensa. Y aguantar todo lo posible antes de que el sabor se borre, antes de que sintamos en el paladar, la frente y en todo el cuerpo el indicio acre del cambio. También está el que respira bocada tras bocanada con aliento voraz, desesperado, angurriento, tratando de devorar el aire que se interpuso entre el pasado dichoso y el presente opaco. O el que suspira, el que anhela que el aire pase lo más rápido posible. También está el que semana a semana intercambia un poco, apenas lo suficiente, y sonríe creyendo que todavía le queda un poco de lo que inhaló el mes pasado, hace dos años, antes de entrar al trabajo, apenas terminaba el colegio, sin que nadie se dé cuenta. También está el que nunca volvió a respirar y quedó inconsciente. También está el que cada mañana despierta fresco, sintiendo el aroma del desayuno que va a prepararse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A ver qué tenés para decir...