miércoles, 14 de julio de 2010

Viajando tres horas por día

Pensé en hacer una larga lista de los atributos y contradicciones del transporte público que frecuenta, incluyendo las largas esperas, los viajes demorados y las viejas que te empujan; y después hacer un recuento de anécdotas graciosas o ejemplificadoras, como la vez que conseguí un asiento porque estaba lleno de vómito seco y le puse un diario arriba, o la vez en que dos tipos que se peleaban a los apretujones terminaron haciendo chistes para todo el vagón. También pensé salpicarlo con comentarios ingeniosos, unos propios y otros del panchero de Once, y rematar con la historia de esa chica morocha de anteojitos que alegró la mañana a más de uno, y a mí especialmente. Pero no les voy a contar por qué es que me alegró, porque justamente no voy a contar ninguna de esas cosas, ya que no necesito justificación. Simplemente pasa que me apasiona el transporte público de Buenos Aires.


Mientras espero que termine de descargarse House, voy a charlar algo acerca del problema que está en boca de todos sólo para molestar. Y ya que está en boca de todos, voy a recalcar que es un problema que sale de la boca: o sea palabras. Ejemplo: en matrimonio de putos hay tres palabras y dos de ellas mal usadas. Así como puto no es la palabra adecuada para indicar el gusto de una persona por otro del mismo sexo, matrimonio no es la palabra adecuada para indicar la unión entre dichas personitas. No sé, invéntense una palabra, se las ingenian para meterse una pija en el culo pero dan de comer a las radios durante días y me tienen más cansao que de costumbre. A alguien que quiere las palabras como yo tanta polémica resulta más que absurdo.
Obviamente, aclaro que con las tortas no hay problemas, todos las queremos, y si sancionan la ley de que para ser presidente de la nación hay que ser mujer y lesbiana, yo la voto y hago marcha.
Y a ver si se juntan comentarios iteletuales acá abajo che. Me voy con House.

1 comentario:

A ver qué tenés para decir...