martes, 11 de junio de 2013

Mi supraconciencia

No a todo el mundo se le despierta esa supraconciencia. Y a los que se les despierta, nunca más se les duerme. Es como ser consciente de que uno está vivo, sólo que a un nivel más universal, más vivo. Tal vez a esta supraconciencia se refería Nietzsche cuando hablaba del superhombre, o tal vez no, pero que los grandes pensadores, los grandes artistas y músicos, los grandes científicos como Einstein y Da Vinci, tuvieron esta supraconciencia muy activa, no cabe duda.
No sé qué la desencadena ni si hay un rango de edades para que surja. Yo sospecho que no, que algunos la tienen desde la tierna infancia, y otros, quizás más afortunados, ya en la vejez. A mí me llegó de repente, una noche. Estaba secando los platos mientras mi marido hablaba por teléfono. Y fui consciente (supraconciente), en un instante, del silencio que me obligaba a mantener con tal de no perturbar la conversación telefónica de mi esposo. Un silencio de carne y huesos conteniendo aire, de repasador húmedo presionando la loza blanca, de suela de mocasines rozando el polvo de las baldosas, de parpadeos distanciados, de fosas nasales dilatadas.
El resto, la compresión del universo, la física matemática de lo que nos rodea, los infinitos ciclos históricos, la profunda desesperación y alegría humana, el dialecto de los animales, fue llegando de a poco, después de esa noche.

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